A pesar de la pequeña extensión de nuestro territorio, en Cantabria contamos con un patrimonio excepcionalmente grande. Patrimonio que se sustenta no sólo en la impresionante y larga historia, que aunque poco conocida por la gran mayoría, es o debería ser para todos digna de admiración, la cual queda reflejada en las maravillas que nuestros antepasados fueron construyendo y que nos trasportan desde las profundidades de los tiempos con las mundialmente conocidas pinturas de Altamira (1)(2), pasando por los numerosos castros prerromanos ubicados en las cimas de nuestras montañas que poco a poco van viendo la luz (3), las cuevas artificiales, iglesias y necrópolis rupestres de Valderredible (4), el románico extendido por toda nuestra región (5), hasta llegar a tiempos más recientes con obras de ingeniería como los escalofriantes saltos del Nansa, sino que además, dentro de nuestras actuales fronteras contamos con portentosas obras de la naturaleza que van desde la costa, donde estarían incluidas la mayoría de nuestras playas, extendiéndose hasta el sur de nuestra comunidad, con la presencia del espectacular monte Higedo o los cañones del Ebro, pasando por las innumerables grutas y cuevas salpicadas por casi todo nuestro viejo solar con la del Soplao a la cabeza, nacimientos espectaculares de ríos como el del Asón o más modestos, pero de enorme trascendencia como el del Ebro (6).
Aunque hoy en día la Cantabria agraria está de capa caída, siempre ha tenido un papel fundamental no sólo en el empuje económico de la región (7)(8), sino en la definición de muchas de nuestras características como pueblo. Así lo pone de manifiesto Barrón García: “La Montaña era a fines del siglo XIX y comienzos del XX una región predominantemente rural, donde la mayoría de su población continuaba atada a los condicionamientos de tradición y atraso típicos de nuestro país hasta bien entrado el siglo presente. Su relieve abrupto y clima peculiar, templado y húmedo en la zona costera, frío en la montaña, han sido a lo largo de la historia factores determinantes de la forma de vida de sus paisanos. En la copiosidad de sus pastos radica el fomento de la ganadería, tradicional fuente de subsistencia” (8).
Fruto de ese protagonismo (o tal vez su causa), son la gran cantidad de razas y variedades tanto animales como vegetales que han ido surgiendo a la sombra de esta dedicación de nuestros antepasados a las tareas del campo y que hoy nos permiten no sólo presumir de ellas sino que además nos sirven como contribución al mundo como una parte más de ese patrimonio común. ¿Quién no conoce las patatas de Valderredible, los pimientos de Isla o nuestros riquísimos caricos?. Seguramente más desconocido será nuestro pasado como principales productores de chacolí del reino castellano, “ Desde muy lejanos días cultiváronse las vides en nuestra Montaña, y con referencia a la jurisdicción de Santander encontramos en el Fuero otorgado por don Alfonso VIII, el 10 de julio de 1187, la disposición XXV, preceptiva de que si los hombre de la villa ”roturaren tierras y las labraran en término de tres leguas y plantaren viñas e hicieren huertas y prados y molinos y palomares, háyanlo todo por su heredad y hagan de ello lo que quisieren, y sírvanse con ello donde estuvieren y paguen censo por sus casas””(9). ¿Quién no ha oído hablar de las vacas tudancas, pasiegas o monchinas, o del perro Villano, surgido a la vera de estas últimas? (10)(11)(12) ¿y las ovejas lachas, el burro pasiego, el sabueso cántabro…? (13). ¿Y quién no ha oído hablar de la gallina Pedresa?.
La gallina Pedresa es una de esas cosas que podemos definir como nuestra, ya que aunque su área de distribución se extiende, o se extendía, más allá de nuestros fronteras, podemos asegurar sin miedo a equivocarnos, que su epicentro geográfico está situado en nuestro territorio, pues desde sus primeras apariciones en papel, su nombre ha estado ligado a nuestro territorio, prueba inequívoca de su significativa presencia en nuestro campo. Así lo afirma Salvador Castelló cuando escribe: “En España y especialmente en la provincia de Santander hay una clase de gallinas de raza poco bien definida y de color agrisado, barrado o franciscano, pero muy confuso. Si a gallinas de éstas, en la Montaña conocidas bajo el nombre de Pedresas…” (14).
Las “cucas”, como también se las conoce, responden morfológicamente a la tipología de gallina mediterránea que en sus diversas razas, se extendían por la península de manera casi exclusiva, hasta que a principios del siglo pasado fueron apareciendo otro tipo de gallinas, procedentes del norte de Europa y de los Estados Unidos, de mayor corpulencia. Su característica capa barrada poco definida la dotan de una belleza salvaje, la cual acompaña a la perfección a su carácter montisco poco apto para la permanencia en estabulaciones, lo que forma un conjunto espectacular. Todas sus virtudes afloran cuando el régimen de explotación se acerca a la antigua usanza, donde los animales permanecen horas al aire libre, desde el esplendor de su plumaje a una salud férrea, y sobre todo la impresionante capacidad de trabajo. Horas se pasan pateando los prados, ora buscando insectos ora paciendo, sin que las inclemencias del tiempo hagan mella en ellas, ni siquiera la pertinaz morrina tan habitual por estos andurriales.
Si bien su presencia era muy significativa
por nuestro campo hasta mediados del s. XX, la Pedresa sufrió un
drástico declive desde esos momentos, lo que la colocó al
borde de la extinción, debido a causas que intentaremos aclarar más
adelante. Tal fue su situación, que aunque afortunadamente hoy día
podemos decir que su futuro está asegurado, existe alguna confusión
sobre cual era su verdadera identidad, debido a que nuestras últimas
generaciones apenas la conocimos en su ambiente. Las páginas que
van a continuación intentan ser un punto de partida para aclarar
como era y por lo tanto, como debe ser nuestra gallina. Se intenta aportar
la mayor información posible para que aquellos interesados en criar
este precioso animal sepan a que atenerse a la hora de hacerlo y para que
aquellos que, aún criándola, andan un poco confusos con lo
que tienen en sus gallineros
Hace diecisiete mil años, las llanuras del norte de Europa estaban completamente desiertas; toda la vida animal y humana estaba concentrada en Ucrania, el sur de Francia, Italia y la península Ibérica. Velda, la cuarta de las siete hijas, vivió en el norte de España, en las montañas de Cantabria, a pocos kilómetros de distancia del actual puerto de Santander. (…). En la actualidad, aproximadamente el cinco por ciento de los nativos europeos pertenece al clan de Velda; son más abundantes en Europa occidental que en el este. Muchos de los descendientes de Velda han llegado muy lejos del hogar de su antepasada en las montañas de Cantabria. Un pequeño grupo llegó tan al norte como se puede llegar, hasta la punta misma de Escandinavia, donde forman parte de los actuales saami de Finlandia y el norte de Noruega.
Velda. Las siete
hijas de Eva
Bryan Sykes
“…Se abre el día con ruido bíblico de ganados, de tierras tundidas, de aguas. Rumores de ruedas, de pedresas, de cachavas que suenan en los cantos, de niños que cantan números en la escuela…”
Salida al alba. Monteazor
Manuel Llano
Según sabemos, no sólo por la memoria de nuestra gente, sino por las apariciones de la Pedresa, en textos de diversa índole y época, en Cantabria tenemos una gallina de pequeño tamaño, muy activa y de capa barrada, para algunos poco definida y por lo tanto imperfecta, pero que en nuestra humilde opinión resulta espectacular. Gallina que, aunque hoy en día es un poco desconocida entre las nuevas generaciones, debido a su escaso número, muestra un arraigo tremendo en nuestra sociedad, lo cual se demuestra por ejemplo, cuando a un niño un poco revoltoso y peleón se le apoda “Pedrés” en su barrio, o que una abuela se dirija a su nieta con el cariñoso apelativo de “Pedresa”, por el hecho de llevar el color del pelo de forma que la recuerda la capa de la gallina, además de por su carácter alegre e inquieto.
Las aves de corral, aunque muy útiles dentro de la economía doméstica, nunca han tenido la consideración de verdadero ganado. Es obvio que no se puede comparar el valor que tiene una vaca con una gallina, incluso con un gallinero entero, lo único importante, que al entrar al gallinero hubiese un huevo que coger. Por ello, las referencias que hay sobre gallinas en general y la Pedresa, que es lo que nos ocupa, en particular, a lo largo de la historia de Cantabria, no son muy abundantes.
Uno de los primeros hombres que, no sólo sacó a las pedresas del anonimato, sino que las dejó inmortalizadas para la posteridad, fue el escritor cántabro Manuel Llano, cuya obra data de la década de los años 20-30 del siglo pasado. A medida que te sumerges en sus relatos, detalladas postales de nuestro pasado, va tomando consistencia en tu cabeza o mejor dicho, va confirmándose la idea que ha llegado hasta nuestros días, que las pedresas fueron un elemento con personalidad propia y relevante en nuestro medio rural. En casi todas las apariciones, el escritor de Sopeña, se limita a mostrárnosla formando parte de un paisaje típico, como se puede comprobar en los siguientes pasajes:
“- Dígale usté, señor maestru, que por mí no se apure; que yo estoy muy contenta con las mis gallinas y con las mis ovejas; que en el mes de abril compré veinte celemines de harina blanca de trigu, unas varas de lienzu azul para hacerme una chaqueta y unas sayas; un alfiliteru para las agujas y unos anteojos para poder coser, porque ya la vista se me cansa…Dígale que voy a comprar unas escudillas nuevas, un par de cobertores, dos gallinas pedresas de la mejor casta…” (Retablo infantil. Tía Esperanza (15))
“Mis tirantes verdes parecían dos espadañas de la orilla del río. Los muchachos empezaban a elogiar mis tirantes diciendo que eran muy majos, que parecían de yerba fina y larga entrelazada. Y elogiaban también las mis gallinas pedresas, el borde azul de mis escarpines de sayal, los patos que se zambullían en el estanque de la huerta, las ventanas amarillas del palomar. Yo me iba llenando de vanidad y me acercaba poco a poco a la verja. En la esquina negra de la fragua, un viejo tomaba la sombra del fresno. Los muchachos me sonreían pacíficos y humildes como yo veía que sonreían los hombres de las blusas, de los zurrones, de los arados, de las boinas, a los hombres de las levitas, de los sombreros, de las sortijas. Mis tirantes parecían de yerbas entrelazadas, mis gallinas pedresas eran de las mejores del lugar, mis manzanos los más fértiles, mis ciruelas las más dulces y las más grandes, mis palomas las más voladoras. Yo oía estos elogios de los muchachos y me ponía muy contento, como una moza cuando le dan parabienes por el su delantal nuevo, por la su sortija, por los adornos del su acerico…” (Retablo infantil. Vanidad (15))
“La mujer de este hombre iletrado, que escucha indiferente al labriego, viste lo mismo que hubiera vestido Teresa Cascajo en los salones y patizuelos de Barataria. Interviene en la escena con remilgo estúpido y también se encoge de hombros. Después va a echar de comer a las gallinas pedresas que escarban en el corral…” (Campesinos en la ciudad. Por una calle rural (15))
Coetáneo de Manuel Llano, es el también novelista cántabro Francisco Cubría Sainz. En su novela “El pleito de la perra gorda” de 1934, tiene nuestra protagonista una breve pero muy significativa aparición que veremos un poco más adelante, además de aparecer de pasada en alguna otra.
Posteriormente a las incursiones en las novelas costumbristas de Llano y Cubría, la Pedresa aparece en obras más especializadas en el tema que nos ocupa, la avicultura. En los libros de Salvador Castelló y Ramón J. Crespo, pioneros en la implantación y desarrollo de la avicultura moderna en España (41), que datan de la primera mitad del s. XX, se apunta algún detalle más sobre la naturaleza de nuestra protagonista, siempre sin salirse del tipo mediterráneo, que es el grupo de referencia para las gallinas de nuestro país. Dichas apariciones las comentaremos en el próximo capítulo.
No fue hasta la década de los 60, cuando alguien se decidió a prestarlas un poco más de atención. En 1961 apareció publicado un trabajo del veterinario cántabro Dr. Benito Madariaga de la Campa, a través del Departamento de Zootecnia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas titulado “Estudios Avícolas. La Raza Pedresa”. En dicho trabajo se describe una gallina de constitución ligera y campera, de las que trabajan el campo, en la línea que apuntaron todos los autores anteriores y como no nos cansaremos de decir, está presente en el recuerdo de todos aquellos que la conocieron desde hace cuatro o cinco lustros para atrás.
De tamaño pequeño y carácter inquieto y vivaracho, la Pedresa es una gallina genuinamente campera, con una adaptación total a las condiciones ambientales de los pueblos de la cornisa cantábrica, donde al clima húmedo del norte, hay que sumar los rigores de la economía rural de subsistencia entre los que las gentes de estos lugares se han tenido que desenvolver hasta tiempos recientes (6), lo cual impedía ofrecer a nuestra protagonista excesiva atención. Todo ello dio como resultado una gallina con una capacidad de trabajo excelente o como la definiera el Dr. Madariaga en su trabajo de 1961: “La gallina Pedresa ... está dotada de las cualidades y de la vivacidad propia de las aves camperas. Es una gallina “buscavidas”, explotada deficientemente en lo que se refiere a alojamiento y habitación”, “... unos cuantos puñados de maíz y trigo, junto con lo que ella busca en el campo, le sirven tan sólo de sustento.” (16) La gran rusticidad de su personalidad, permitió a nuestra pequeña gallina vivir en el duro ambiente de nuestros pueblos sin mayores problemas ya que, además de su perfecta adaptación al medio, era ella misma quién se buscaba la mayor parte del rancho. El rendimiento que producían era pequeño, pero compensado con un gasto prácticamente nulo.
Las políticas agrarias gubernamentales llevadas a cabo durante la primera mitad del s. XX para la mejora de la producción agraria, tuvo como herramienta principal de acción en el campo de la ganadería, la importación en masa de animales de razas foráneas, más seleccionadas y en teoría más productivas que las propias (17). Como ejemplo sirva el caso de la vaca pasiega: “El hecho más significativo de este período es el rápido proceso de trasformación de la cabaña ganadera bovina, produciéndose, por una parte, la sustitución de la vaca pasiega por la de origen holandés (frisona o “pinta”) de mayor producción lechera y, por otra, la progresiva absorción por la vaca tudanca de otras variedades autóctonas (campurriana y lebaniega)” (7). El mundo avícola no estuvo al margen de este hecho, lo que unido a un pequeño incremento del poder adquisitivo de los agricultores, que permitió acceder a un sustento de mayor calidad, pero con la necesaria compensación en rendimiento por parte del animal, colocó a la Pedresa en una situación delicada, ya que en un breve período de tiempo perdieron importancia los factores imperantes que la seleccionaron. Ya no era necesaria una gallina buscavidas, de las que pacen, sino una más adaptada a un tipo de explotación en estabulación, para el que no estaba ni está preparada y para el que existían y existen razas más idóneas. Por todo ello, la Pedresa desapareció rápidamente de casi todo nuestro campo o en el mejor de los casos fue diluyéndose en cruces con estas gallinas extranjeras en su mayoría de corte semipesado, especialmente con la Plymouth Rock Barrada, como recomendaban los técnicos, difuminándose las características propias de su personalidad, entre las que se pueden destacar la pérdida de su pequeño volumen corporal así como su carácter inquieto, hasta cierto punto esquivo y ciertamente agresivo en los gallos.
A comienzos de los años 90, el Grupo de Actividades Medioambientales El Urogallo con sede en Torrelavega, intentó llevar a cabo la primera acción organizada para evitar la desaparición de la gallina Pedresa. Prueba de ello es el titular de prensa aparecido en el periódico Norte con fecha de 30 de agosto de 1993, “Ecologistas evitan la definitiva extinción de la gallina cántabra” (18). Recuperaron ejemplares que encajaban a la perfección con la gallina que describiera Madariaga en su estudio del año 61. Sus esfuerzos se centraron a si mismo en una importante tarea de divulgación, haciendo hincapié en intentar que la gente distinguiera entre la nuestra, la de verdad y el resto de gallinas barradas de mayor o menor pureza que en esos años eran ya mayoría en nuestros corrales y que se agrupaban erróneamente bajo la denominación de pedresa.
A finales de los 90, la Asociación Cultural Tudanca desarrolló una importante labor de búsqueda y posteriormente de cría, con el fin de conservar nuestra gallina (19). Su campo de acción estuvo centrando principalmente en la zona de Liébana. A la sombra de este trabajo, se publicó en la revista Arte avícola, nº 35 (2000) (20), un patrón nuevo de la Pedresa, utilizando como modelos para la realización del mismo una parte de los ejemplares localizados y criados por esta asociación, así como gallinas procedentes de algún gallinero privado. El mencionado trabajo lleva la firma del fallecido Fernando Orozco Piñán, una de las personas con más nombre en la avicultura de nuestro país en los últimos años. En este texto se define a la Pedresa, contrariamente a lo que venía siendo hasta ahora, como una gallina de corte semipesado (tipo atlántico).
Al mismo tiempo que esto ocurría, sin conexión alguna, de manera anónima y carentes de apoyo institucional, otra gente realizó la misma labor de búsqueda y conservación en otras zonas de la región, como es el caso de Toni y Alfredo, naturales de Saro. Movidos únicamente por el hecho de recuperar aquello que tuvieron de niños y recordaban, y después desapareció, peinaron las zonas pasiegas, negociando con el carácter introvertido de sus gentes. Con el cansado pero efectivo método del puerta a puerta, recorrieron las cabañas pasiegas durante años sin conseguir, en la mayoría de los casos, ningún resultado. Pero en alguna ocasión el billete resultaba premiado, obteniendo con ello fruto a su tremendo esfuerzo. Premio en forma de unos pocos huevos, que posteriormente eran incubados y después criados con mimo en su casa, como si de auténticas joyas se trataran. Una labor que nunca podremos agradecerles bastante y por la que creemos, merecen aparecer en estas líneas. Su auténtica recompensa, el haber conseguido mantener una parte de Nuestro (el de todos) patrimonio y del que, hoy en día, algunos podemos disfrutar. Las gallinas encontradas por ellos concuerdan con la línea de Llano-Cubría-Castelló-Madariaga, ya que son gallinas pequeñas y tremendamente montiscas.
Estamos seguros que, al igual que ellos, habrá más gente repartida por nuestra región que han podido realizar una labor similar. La cuestión es encontrarlos.
También cabe señalar, que existió en su día un programa de cría por parte de Diputación con base en Gama, pero que a principios de década se paralizó. Desconocemos su duración total y el calado que tuvo sobre la gallina. Eso si, queremos destacar que fue a través de este programa, donde tuvimos conocimiento del patrón escrito por el Dr. Madariaga, cuyas directrices, según sabemos, seguían.
A partir de aquí la historia de
la Pedresa está por escribir. Será difícil volver a
verla como algo habitual de nuestro paisaje y allí donde queda, a
tenor de las intenciones que se ven, nuestra gallina tal y como la conocieron
nuestros antepasados, pasará a mejor vida, siendo sustituida por
esta pseudo-pedresa que hoy en día nos dicen que es lo que tiene
que ser y con la cual, desde nuestra humilde posición de aficionados,
no estamos de acuerdo. En cualquier caso, desde este pequeño rincón,
continuaremos luchando para que aquello que pinceló Manuel Llano,
y dio color Madariaga, no desaparezca del todo.
Gorín y Bernardo esperan en la puerta del corral, divirtiéndose contemplando los juegos de las gallinas y de los gallos subiendo y bajando la cuesta negra del estercolero. La Pedresa picoteaba más deprisa que las otras. Y cuando levantaba la cabeza, decía Gorín, riéndose mucho, agachado, con las manos en las rodillas, que parecía que la gallina les estaba haciendo burla.
Raposo. Retablo infantil
Manuel Llano
Antes de meternos en discutir la naturaleza de la gallina Pedresa, empezaremos, por si alguno de los que leéis esto, no tiene del todo claro a que se refieren los técnicos, cuando hablan de gallinas tipo mediterráneo o atlántico, haciendo un pequeño resumen.
Las gallinas, en función de su tamaño, pueden clasificarse en los siguientes tipos:
Enanas
o eliptométricas |
Ligeras
o eumétricas |
Semipesada
o subhipermétricas |
Pesadas
o hipermétricas |
|
Alzada
(cm) |
20 |
40 |
60 |
80 |
Peso
(kg) |
0.6-0.7 |
2-3 |
4-5 |
6-7 |
Y según su origen, se clasifican en (21):
En la península Ibérica, como en el resto de los países del sur europeo, la gallina habitual de su medio rural fue, hasta el último cuarto del s. XX, la gallina de tipo ligero o mediterránea. Así queda de manifiesto en los diversos libros publicados hasta esas fechas por los diversos autores, entre los que se puede destacar la obra de Salvador Castelló, Ramón J. Crespo o Santos Arán. Únicamente hacen referencia a gallinas de corte semipesado al describir razas foráneas.
¿Cómo es la Pedresa?
Dejando a un lado el hecho poco demostrable, de que hasta el día de hoy, no hemos encontrado a nadie que conociera o tuviera pedresas de hace 20 años para atrás, que recuerde una de tipo “semipesado”, carniceras las llaman en algunos sitios, nos centraremos en los textos que hoy en día podemos encontrar y en los que la Pedresa está presente, para intentar saber que camino seguir.
Las apariciones de nuestra gallina en los libros, las podemos encajar en dos grupos. Por un lado estaría su descripción más o menos extensa en textos de carácter científico-técnico y por otro su aparición en la literatura popular. Empezaremos por estas últimas.
Las primeras apariciones de la Pedresa en la literatura corrieron a cargo, muy probablemente y como ya mencionamos en el apartado Antecedentes, del escritor cántabro Manuel Llano. La mayoría de las veces, las incursiones de la Pedresa, en las estampas dibujadas por el escritor de Sopeña, se saldan con una simple mención, como un objeto más que forma parte de un paisaje típico. Pero en alguna ocasión, Llano tuvo a bien ofrecernos una pequeña pincelada de como era. En concreto, hay dos citas muy significativas. En su novela “Dolor de Tierra Verde” escribe:
“A veces en el ventano cimero, debajo de un nido de golondrinas, se veían los grandes ojos del viejo dueño de la finca, mirando las frutas, las Pedresas menudas, un poco más altas que las palomas. Y las miraba lo mismo que a mozas, lo mismo que a vajilla de fiesta en una mesa grande, en sombra de manzanos, cuando el sol quema las yerbas.”(15)
O en este otro pasaje que aparece en “Retablo Infantil”, donde deja entrever el carácter vivaracho característico:
“Benjamín le mira sorprendido. Al poco rato sale Raposo con tres colleras de cuero colgadas del brazo. Gorín y Bernardo esperan en la puerta del corral, divirtiéndose contemplando los juegos de las gallinas y de los gallos subiendo y bajando la cuesta negra del estercolero. La Pedresa picoteaba más deprisa que las otras. Y cuando levantaba la cabeza, decía Gorín, riéndose mucho, agachado, con las manos en las rodillas, que parecía que la gallina les estaba haciendo burla. Y Bernardo se reía del perro, que unas veces se rascaba la nariz con la pezuña y otras veces tiraba embites a las moscas…“(15)
Coetáneo de Manuel Llano, es el también novelista cántabro Francisco Cubría y al igual que él desarrolló su trabajo dentro del subgénero costumbrista. A falta de revisar más profundamente su obra, la Pedresa reduce su presencia a un par de pasajes en sendas novelas:
“El pleito de la perra gorda” de 1934:
“Sinda, la mujer de Colás, más tarda en realizar su negocio, acurrucada en la sombra de un paraguas, regateaba aún el precio de una gallina que posaba en el regazo de sus piernas.
Tal vez al verla en semejante porfía le sugirió a Nela el impulso de echarle en cara al “ición” de su marido. Después de ella no la había tenido a mano y los resquemores de la mujer de Socabios no solían apagarse si no los devoraba el fuego mismo.
- Vaya, llévemela en los treinta reales (estaba diciéndole Sinda a la indecisa compradora). No, no, lo que es a ésta no hay que mirala el tras. Bien goberná, la saca juncia pa la olla de toa la semana.
- No tanto, que ya sé yo lo que se merman estas Pedresas empués que se las quita el plumaje.
- Calle, calle; que el peso no miente y miri que ésta le cansa a una la mano.
- Veintiocho reales la doy.
- ¡Qué v’hacer, hija! Ni veintinueve tampoco…si este ave pa diquí a ocho días me ha dao a mi dos pesetas más de ganancia, que está pusiendo a tou poner.” (22)
A tenor del diálogo parece claro que existía la idea de que a nuestra gallina no le sobraban las carnes, idea que hasta día de hoy permanece entre las gentes de edad.
“Quinto libro de Nardo el de Somonte”, de 1963:
- “Pues hombre, has de saber que existen, hoy y siempre, muchos hombres en tu situación, porque esto de las fortunas es una constante marea. Unos suben y otros descienden. Por ahí andan todavía como sombras nobles hidalgos haciendo vivo aquel viejo refrán: “Herencias en la Montaña, tres cucas y una castaña”. Y a su vera pasáis vosotros, los ricos de ahora…”.(23)
La primera conclusión que podemos sacar, después de leer estos pasajes y ver la manera en que en ellos se nos presenta a la Pedresa, es que su relación con nosotros se hunde en el tiempo, cosa que más o menos todos tenemos claro. La segunda, las palabras de estos dos autores vienen a decirnos, sin meterse en tecnicismos pero claramente, como veían nuestra gallina, pequeña, escasa de carne y de carácter alegre.
Pasemos ahora a repasar su presencia en los textos de carácter científico-técnico:
Para presentar a este autor, y comprender mejor el peso de sus palabras, que mejor que la presentación que de él se hace en uno de sus libros:
“Director-fundador de la Real Escuela Oficial y Superior de Avicultura de Arenys de Mar; Miembro honorario vitalicio y primer vicepresidente encargado de la Sección de Europa de la Asociación Mundial de Avicultura Científica; Delegado y representante oficial de España en los congresos y exposiciones mundiales de avicultura de Paris, San Luis de Missouri, La Haya, Ottawa y Londres; Promotor y presidente del celebrado en Barcelona en 1924; Socio de honor o de mérito de diversas asociaciones avícolas y colombófilas de Europa y de América”. (14)
En su libro “Mi libro de gallinas”, Castelló maneja una clasificación de las distintas razas de gallinas en función del parecido en volumen del cuerpo y formas con el tronco ancestral de la primitiva gallina Bankiva, de la cual descienden todas las gallinas domésticas. Textualmente escribe:
“Por el mayor o menor parecido en volumen y formas, con el tronco ancestral Bankiva, las razas de gallinas pueden dividirse en Homeosomas si a aquel más se parecen, como lo son todas las razas meridionales o mediterráneas; en Heterosomas cuando mucho de aquel se distancian, como las razas gigantes asiáticas y las enanas oceánicas, y en Intermedias como casi todas las razas modernas que por cruzamientos entre las de los dos primeros grupos se han logrado.” (14)
En otro pasaje del mismo capítulo hace la siguiente identificación:
Prestar atención a la diferencia que hace entre las gallinas españolas (ligeras) y las europeas (semipesadas).
En las primeras páginas del mencionado libro, escrito como texto de apoyo del curso de avicultura impartido en la escuela fundada por él, hace aparición la Pedresa por primera vez y lo hace en una clasificación que nos ofrece el maestro de las principales razas de gallinas. Nuestra gallina queda definida de la siguiente forma:
“Gallina de producto, rústica, ponedora de carne amarilla, española”
En la lección 11, titulada “Hibridaciones, cruzamientos y mestizajes”, vuelve a aparecer:
“En España y especialmente en el provincia de Santander hay una clase de gallinas de raza poco bien definida y de color agrisado, barrado o franciscano, pero muy confuso. Si a gallinas de éstas, en la Montaña conocidas bajo el nombre de Pedresas, se les daban gallos puros Plymouth de la misma coloración durante cuatro o cinco generaciones, España podría tener una nueva y bonita raza de color gris barrado y con carne y tarsos amarillos, buen volumen y ponedora” (14)
Esto es, no sólo resulta importante el hecho de que Castelló las nombre ligada a nuestro territorio, lo que indica su implantación, sino que además ve la necesidad de cruzar nuestra Pedresa con la gallina americana para obtener una nueva de buen volumen, por lo que parece lógico pensar que la Pedresa no era precisamente grande. Volveremos a este capítulo un poco más adelante.
Ahora, avancemos unas cuantas páginas hasta llegar a la lección 27, “Razas de gallinas de producto y su elección”. En este capítulo, identifica las principales razas españolas establecidas en ese momento, las cuales son Española Cara Roja (Castellana Negra, Andaluza, Menorquina), Catalana del Prat Leonada, Vallesana Blanca (Prat Blanca), Villafranquina y Valenciana. Sólo las del Prat y Villafranquina son definidas como de buen volumen (siempre dentro de las razas mediterráneas), siendo la Española Cara Roja, referente de las gallinas ligeras, descrita como de medio volumen. Después del recorrido por estas razas, añade el siguiente párrafo:
“Otros tipos españoles.- Si no como razas bien definidas pueden tenerse como susceptibles de serlo las gallinas de tipo ligero, rubias de Llodio (Álava) que fueron seleccionadas por el marqués de Lloriana bajo el nombre de Llodianas, las llamadas Pedresas de la provincia de Santander, de color barrado o franciscano, y una gallina gallega que suele criarse en la comarca de Mos (Lugo) de buen volumen y de coloración aún no bien fijada.” (14)
En esta ocasión está claro cual era la constitución de la Pedresa, ya que las incluye explícitamente en la tipología mediterránea. Y siendo como es un texto orientado hacia la producción avícola, está claro que las principales cualidades productivas de las gallinas, postura y volumen (carne), son mencionadas en cuanto aparecen como puntos a favor de las diferentes razas, como ocurre con la gallina de Mos. En el caso de la Pedresa vemos que no es así.
Pasamos a la lección 46, “Razas de producto genuinamente españolas y extranjeras de origen español” y concretamente al punto 15 de dicha lección. En el escribe:
“Otras gallinas españolas.- además de las razas ya definidas en algunas provincias, hay cierta clases de gallinas que debidamente seleccionadas bien podrían ser elevadas a la categoría de razas, como las incidentalmente citadas en la lección 37.
Nos referimos a las Pedresas o Franciscanas, de color gris barrado, de Santander, a las que por cruzamiento absorbente a base de la Plymouth Rock del mismo color no sólo se les definiría y fijaría, sí que también aumentaría el rendimiento, y también a la Lebrijana azulada.
Tenemos también las Llodianas rubias de Álava, a cuya selección mucho se dedicó don Manuel Urquijo, Marqués de Lloriana, y que por su cruzamiento con la Plymouth leonada podrían dar lugar a la obtención de otra buena raza.
En la provincia de Lugo y comarca de Mos hay unas gallinas de mucho volumen y peso, de formas y colores aun indefinidos, con cuya pollería las campesinas preparan para las Navidades unos soberbios capones y pollardas. Debidamente agrupadas por colores y luego dadas a gallos Orpington de las coloraciones correspondientes a las de aquellas, cabría la obtención de un nuevo tipo sin menguar la utilidad práctica de las Mos por ser la raza mejorante de semejantes cualidades.” (14)
Volvemos a ver como únicamente la gallina de Mos, al igual que sucediera en la lección 11, es resaltada por su volumen. En este capítulo están descritos los patrones de las diferentes razas españolas, dando un peso para la Española Cara Roja (Castellana Negra), que como dijimos antes, es la raza referente de las gallinas de tipo ligero, de entre 1.8 y 3 kilos para los machos y entre 1 y 1.8 Kg. para las hembras.
En otro de los libros publicados por Castelló “El arte de criar gallinas”, hay una brevísima mención:
"Plymouth Rock de coloración barrada, cuca o franciscana, muy recomendable para el mejoramiento de la gallina Pedresa de Santander” (24)
Y en un tercer libro, “Las gallinas y sus productos” podemos leer:
“En Valencia abunda
una gallina, blanca o negra, de tipo genuinamente mediterráneo que
bien seleccionada, podría constituir otra raza, como podrían
aún formarse otras tres, con las Pedresas o Franciscanas, de Santander;
con las Rubias llodianas, de Álava, y con las Catalanas de color aperdigado
y huevo muy rojo, abundantes en el Panadés.
…..
Las demás gallinas que se ven en el país: “Patavinas”
(con plumas en las patas), las de “Cinco dedos”, las de “Cuello
pelado”, las “Reculas” y las de “Patas cortas”,
en realidad no constituyen razas, sino variaciones producidas espontáneamente,
por mutaciones naturales en la gallina indígena o por intromisión
de sangres extrañas, y, en realidad, no debe ni tratarse de ellas.
Esas gallinas, en su mayoría de escasa producción, son las que
deberían eliminarse de los corrales españoles, sustituyéndolas
por gallinas de pura raza, nacionales o extranjeras.” (25)
Ramón J. Crespo (1890-1930)
Contemporáneo de Salvador Castelló, Crespo es considerado junto con este, una de las figuras fundamentales sin los que hoy en día no se podría entender la avicultura en nuestro país.
En su libro “Gallinas y Gallineros” de 1933, escrito como obra de texto para los alumnos de la Escuela Práctica de Avicultura, escribe:
“En España tenemos excelentes tipos de aves cuyos pollos sobrantes, después de dejar cubierto el cupo de reproductores que nos haga falta, se pueden destinar a capones; en primer lugar figura la raza “Prat”, que en su variedad rubia o leonada produce piezas de primera categoría (…) Hay también las “Pedresas”, que abundan en el norte de la península, y que, aún pesando medio kilogramo menos que la “Prat” y las valencianas, tiene una carne verdaderamente exquisita.” (26)
Federico Castelló de Plandolit (1896-1973)
Hijo de Salvador Castelló, continuó con la labor de su padre a la muerte de este, en la escuela de avicultura de Arenys de Mar. En la actualización de 1956 del libro de texto, del curso impartido en la escuela, podemos leer en la lección 14, “Hibridaciones, cruzamientos y mestizajes”, como se sigue recomendando el cruce de nuestra gallina con la Plymouth:
“En España, en el provincia de Santander hay una clase de gallinas de raza poco bien definida y de color agrisado, barrado o franciscano, pero muy confuso. Si a gallinas de éstas, en la Montaña conocidas bajo el nombre de Pedresas, se les diesen gallos puros Plymouth de la misma coloración durante cuatro o cinco generaciones, se obtendría una nueva y bonita raza de color gris barrado y con carne y tarsos amarillos, buen volumen y ponedora.” (27)
Después de lo leído hasta ahora, podemos sacar, a nuestros ojos, dos conclusiones: primera, la Pedresa es una gallina que viene de lejos, en los relatos de Manuel Llano y Francisco Cubría (años 20-30) aparece con toda "naturalidad” en las escenas cotidianas, y su presencia, a principios del siglo pasado, era lo suficientemente significativa como para que eminencias en el mundo avícola como Castelló y Crespo hagan referencia a ella en sus libros y vinculada a nuestro territorio. Tened presente que, por aquellas fechas, sus textos eran la vanguardia de la avicultura; y la segunda, que si algo hay claro sobre ella hasta ahora, es que estaba dentro del grupo mediterráneo y no destaca por su volumen.
En 1961, el veterinario cántabro Dr. Benito Madariaga de la Campa, publicó, a través del Departamento de Zootecnia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el primer patrón morfológico de la Pedresa bajo el título “Estudios Avícolas. La Raza Pedresa”. En este trabajo, se describe una gallina de constitución ligera y muy activa, lo que concuerda con la idea que dejó traslucir Manuel Llano en sus relatos costumbristas y que apuntó Castelló. Textualmente Madariaga escribe:
“La gallina Pedresa pertenece al tipo mediterráneo y está dotada de las cualidades y de la vivacidad propia de las aves camperas” (16)
Hoy por hoy se acepta como incuestionable un modelo de distribución de las gallinas españolas en el cual, la Cordillera Cantábrica está al margen del resto del territorio peninsular, siendo esta dominio de gallinas de corte atlántico. Este es uno de los principales reparos que la gente muestra, afortunadamente cada vez menos. La incomprensible presencia de una gallina de tipo ligero, como nosotros defendemos para nuestra Pedresa, en un supuesto mundo atlántico si al campo avícola nos referimos, con las razas de gallinas vascas a la cabeza. Algunos creen que por dar nuestras costas al Cantábrico, nos hace ser ajenos al país en el que vivimos y del que formamos parte, y les basta con eso para negar la existencia de nuestra gallina tal y como es, prefiriendo adoptar algo que, aunque probablemente presenta más ventajas productivas, es ajeno a nuestra cultura y a nuestra historia. Pues bien, durante la búsqueda de información sobre nuestra gallina en los textos del pasado, hemos encontrado notas, casi siempre junto a la Pedresa, que nos hablan de que tipo de gallina se veía por los campos del País Vasco. Hemos creído necesario reunir todas esas notas y presentarlas, para ayudar a salir de dudas a aquellos que, obviando toda la información presentada, todavía hoy se llevan las manos a la cabeza.
"Mi libro de gallinas", 1949.
Lección 27, "Razas de gallinas de producto y su elección", Pág. 277.
“Otros tipos españoles.- Si no como razas bien definidas pueden tenerse como susceptibles de serlo las gallinas de tipo ligero, rubias de Llodio (Álava) que fueron seleccionadas por el marqués de Lloriana bajo el nombre de Llodianas, las llamadas Pedresas de la provincia de Santander, de color barrado o franciscano, y una gallina gallega que suele criarse en la comarca de Mos (Lugo) de buen volumen y de coloración aún no bien fijada.” (14)
Lección 46, "Razas de producto genuinamente españolas y extranjeras de origen español", pág. 499
“Otras gallinas españolas.-
además de las razas ya definidas en algunas provincias, hay cierta
clases de gallinas que debidamente seleccionadas bien podrían ser
elevadas a la categoría de razas, como las incidentalmente citadas
en la lección 37.
…
Tenemos también las Llodianas rubias de Álava, a cuya selección
mucho se dedicó don Manuel Urquijo, Marqués de Lloriana, y
que por su cruzamiento con la Plymouth leonada podrían dar lugar
a la obtención de otra buena raza.” (14)
"Las gallinas y sus productos", 1953. Capítulo II, pág. 30.
“En valencia abunda una gallina, blanca o negra, de tipo genuinamente mediterráneo que bien seleccionada, podría constituir otra raza, como podrían aún formarse otras tres, con las Pedresas o Franciscanas, de Santander; con las Rubias llodianas, de Álava, y con las Catalanas de color aperdigado y huevo muy rojo, abundantes en el Panadés.” (25)
Ramón J. Crespo
"Gallinas y Gallineros", 1933; Volumen III, pág. 279-280.
“Las “Guipuzcoanas”, recogidas en un caserío de aquella región norteña por un gran aficionado a la avicultura, que tuvo verdadero acierto en la elección y que no titubeó en comprárselas a la modesta campesina que las había criado, para traerlas a Madrid e inscribirlas en competencia con ponedoras que representaban a los mejores y más seleccionadas razas, siendo vencedoras sobre ellas.” (26)
Además del comentario, Crespo tuvo a bien mostrarnos la gallina en cuestión con una fotografía tremendamente esclarecedora.
" Las aves y sus productos", Capítulo IV, pág. 136.
“Como demostración tenemos los lotes de llodianas, que han figurado ya en varias exposiciones y concursos, y cuya belleza y aptitudes no tiene nada que envidiar a la mayoría de las razas extranjeras. Es una labor iniciada que debiera llevarse a cabo en todas las regiones españolas.” (29)
José Antonio García del Escobal
En su estudio titulado “Raza aviar vascongada” (30) de 1963, García del Escobal, perteneciente al departamento de Zootecnia, sección de Producción Animal de la Facultad de Veterinaria de León, establece la existencia de una única raza vasca, dividida en 5 variedades:
“La raza aviar vascongada posee cinco variedades: perdiz, rubia, leonada, armiñada y blanca.”
A continuación nos describe las cinco variedades, en un exhaustivo examen zootécnico. Entre la información que nos aporta, creemos importante destacar la siguiente:
Hembra |
Macho |
|
Variedad Perdiz |
||
Aspecto general |
Elegante, airoso, vivo; tipo mediterráneo,
eumétrico y longilíneo |
Arrogante, airoso, de movimientos vivos; eumétrico
y longilíneo |
Color de las orejillas |
Blancas moteadas de rojo |
igual |
Peso vivo (gramos) |
1950 |
2380 |
Variedad Rubia
|
||
Aspecto general |
Bien conformado, femenino, eumétrico
y longilíneo |
Elegante, airoso, vivo; de movimientos enérgicos,
eumétrico y longilíneo. |
Color de las orejillas |
Blancas moteadas |
Blancas moteadas |
Peso vivo (gramos) |
1850 |
2100 |
Variedad Blanca
|
||
Aspecto general |
Rechoncho, de movimientos normales; eumétrico,
sublongilíneo |
Robusto, airoso, eumétrico y longilíneo |
Color de las orejillas |
Blanco, moteado en rojo |
Blanco, moteado en rojo |
Peso vivo (gramos) |
2150 |
3000 |
Variedad Blanca
|
||
Aspecto general |
Muy femenino, mediterráneo, vivo; eumétrico
y longilíneo |
Airoso, elegante; eumétrico y longilíneo |
Color de las orejillas |
Rojas |
Rojas |
Peso vivo (gramos) |
2050 |
2280 |
Variedad Leonada
|
||
Aspecto general |
Airoso, mediterráneo, eumétrico,
longilíneo |
Arrogante, de movimientos vivos, eumétrico
y longilíneo |
Color de las orejillas |
Blancas moteadas en rojo |
Blancas moteadas en roja |
Peso vivo (gramos) |
1980 |
2280 |
Además del estudio descriptivo, el autor propone un patrón general, que sirva de referencia para la mejora de la gallina. Consideramos oportuno incidir sobre los siguientes fragmentos del texto:
“Defectos
Consideramos como más sobresaliente: 1º. Cabezas demasiado largas; 2º crestas con dientes laterales; 3º las orejillas en las que el moteado rojo asciende de la mitad inferior; 4º el cuello excesivamente largo en los machos; 5º el pecho estrecho en los machos, 6º vientre voluminoso en los machos; 7º alas largas; 8º en machos y hembras el peso debe ser más elevado.”
“Standard de perfección
Plástica. Eumétrica (sinónimo de ligera), en machos y hembras. Hembra, longilínea, y macho sublongilíneo.
Cabeza. Corta y ancha.
Cresta. Aserrada, con pocos dientes.
Orejillas. El moteado rojo no debe pasar del extremo inferior.
Cuello. Fino en las hembras. Corto y fuerte en los machos.
Pecho. Amplio en los machos.
Vientre. Voluminoso en las hembras. Recogido en los machos.
Cavidad pelviana. Larga y ancha en las hembras.
Alas. Cortas en ambos sexos.
Extremidades inferiores. Cortas y gruesas en los machos.
Diagnosis raciales. Por cuanto se refiere a la plástica, es difícil señalar diferencias entre las gallina vascongada y el resto de las razas españolas, ya que excepto la paraíso, todas las razas de producción responden al tipo mediterráneo, son eumétricas y longilíneas o sublongilíneas, al igual que la gallina que nos ocupa, y las diferencias resultan poco ostensibles…”
En la sección Galeria, podrás encontrar las fotografías que García del Escobal aporta para acompañar las descripciones de las diferentes variedades.
"Razas de Gallinas Españolas", 1989.
Capítulo VIII: "Razas antiguas desaparecidas: Llodiana", pág.211
“S. Castelló y algún otro autor citan una raza del País Vasco, denominada “Llodiana” por estar centrada en los alrededores de Llodio. A veces también se citan estas gallinas denominándolas como “rubias de Alava”, lo que no nos informa sobre el color que tendrían. No sabemos nada de su descripción, pudiendo haber sido una gallina rubia o roja de caserío seleccionada para cierta uniformidad como lo hemos hecho nosotros hace unos años dando lugar a la nueva raza que denominamos Eusko-oiloa. Se cita que fue Manuel Urquijo, marqués de Llorona, quien la seleccionó, pero no sabemos más ni la fecha de su creación. Y como en otras ocasiones, se debió perder su labor posteriormente al no ocuparse nadie de ella. Quizá fuera más rubia que nuestras Eusko-oiloa, Lepogorri, pues en las primitivas con las que empezamos había algunas muy rubias, procedentes de caseríos de Villafranca de Ordizia. Ellas destacaban bastante sobre las rojas que luego fueron las que uniformamos. Las rubias no llegaron a término quizá por una excesiva consaguinidad.” (21)
Capítulo VI: "Razas de nueva formación: Eusko-Oiloa", pág.178
“Puesto que hemos creado esta
nueva raza, interesa estudiar la forma por la que pueda ser reconocida oficialmente
en los medios avícolas nacionales e internacionales. Para comprender
lo que es el reconocimiento internacional como tal de la raza, hemos de
considerar dos planos distintos: el científico y el de los avicultores
aficionados o de exposición.” (21)
Pocas cosas se pueden añadir, ya que el trabajo es una descripción de la gallina tal y como él la encuentra. La fotografía que el autor incluye en la publicación habla por si sola.
Únicamente hacer hincapié en los siguientes cortes:
“La raza americana Plymouth-rock, pese a su cruzamiento con gallinas mediterráneas, se caracteriza, en el medio rural donde existe híbrida, por su conformación corporal voluminosa y redonda, a la que une una capa con plumas de barrado oscuro. Estos ejemplares pueden heredar la coloración blanca de las orejillas que no les es característica.” (16)
“Esta raza (Pedresa) puede únicamente confundirse con la americana Plymouth-Rock y con la española Utrerana de variedad franciscana. La primera se caracteriza por su tipo más voluminoso y poseer orejillas de color rojo. Sin embargo, los híbridos procedentes del cruzamiento con razas mediterráneas pueden ofrecer alguna confusión….” (16)
“Es de tipo ambiental, influenciada por el hombre a merced a los cruzamientos. Hemos observado ejemplares híbridos de Pedresa y gallina de Transilvania, individuos con doble cresta, etc. Es natural que el cruzamiento se produzca con profusión en las gallinas camperas que habitan en el medio rural donde, como hemos dicho, abundan razas de distinta procedencia y conformación.” (16)
“En la raza Pedresa, en primer lugar, es obligatorio precisar los lugares de localización geográfica y confeccionar un censo de animales más o menos puros. Tanto interés tiene el estudio del tipo étnico en aquellas zonas donde no existe o es escasa la influencia de razas seleccionadas, sobre todo la Plymouth Rock, que puede ofrecer formas mestizas que hace difícil la diferenciación por el técnico. Hoy (recordad que está escrito en 1961) está raza americana está extendida en nuestros pueblos, donde se ha cruzado con las aves camperas, degenerando en sus formas y adquiriendo una mayor resistencia a las condiciones desfavorables” (16)
En los textos tanto de Madariaga como de Castelló, creemos importante destacar la aparición en escena de la Plymouth Rock, debido a las consecuencias que traerá para nuestra gallina.
Orozco es posiblemente uno de los mayores expertos en razas de gallinas de este país en los últimos años. En la obra de este autor la Pedresa tiene dos apariciones. La primera en su libro “Razas de gallinas españolas” de 1989, con una pequeña reseña:
“En la provincia de Santander se han citado muy frecuentemente las gallinas Pedresas o Pedreras, también denominadas Cucas, que son las gallinas negras con el gen del “barrado” (B), y que en Andalucía llaman Franciscanas. No pasa de ser una de tantas coloraciones de la gallina cantábrica, pero nunca seleccionada para uniformidad”. (21)
Posteriormente en el año 2000, publicó en la revista Arte Avícola (nº35) un nuevo patrón de nuestra gallina campera. A medida que lees este nuevo texto, ves como la gallina que en él se describe y la que esta presente en nuestra memoria colectiva y sobre todo la que aparece y/o se intuye en los textos anteriores, son animales sensiblemente diferentes. Donde antes aparece una gallina ligera ahora hay una semipesada, dando unos pesos de entre 3.4 y 3.8 kg para los gallos y 2.3 y 2.7 kg para las gallinas. Lo que antes era descrito como tipo mediterráneo, ahora es de corte atlántico. O hablamos de animales diferentes o resulta evidente que este mismo ha cambiado mucho a través de los años que se llevan de diferencia las publicaciones (Crespo 1933, Castelló 1949, Madariaga 1961, Orozco 2000).
Además, en la introducción del artículo se hacen una serie de comentarios acerca de algunos de los autores que aquí hemos tratado:
Referente al libro de Crespo, en este trabajo se nos dice:
“Por el contrario, en el libro de Ramón J. Crespo titulado Gallinas y Gallineros (1933) no hemos encontrado ninguna referencia.” (20)
Con respecto a Castelló solamente se menciona una de las citas, obviando todas las demás en donde se habla claramente de gallina de tipo mediterráneo:
“En el libro de Salvador Castelló (1949), y en el apartado Otras razas españolas, dice: “Además de las razas ya definidas en algunas regiones y provincias, hay ciertas clases de gallinas que, debidamente seleccionadas, bien podrían ser elevadas a la categoría de razas”, y más adelante: “Nos referimos a las Pedresas o Franciscanas, de color gris barrado, de Santander”. Y luego añade que por medio de un cruce absorbente con Plymouth Rock, se mejoraría su color y rendimiento.” (20)
Es cierto que Castelló dice esto, pero también nos dice algunas cosas más, como hemos visto.
En referencia al trabajo de Madariaga:
“…en cuanto a la descripción de la raza, junto a datos coincidentes con los de un ave de tipo atlántico bien definidos, (Madariaga) anota el color blanco de la orejilla y cita más de una vez sus “características mediterráneas” lo que no concuerda con las poblaciones que hoy tenemos.” (20)
asimismo se puede leer: “... espero conseguir más detalles
del trabajo del arriba citado Benito Madariaga, gran experto en razas, así
como de la obra del escritor costumbrista Manuel Llano, de Santander, respecto
a esta interesante raza.” (20)
Hay que señalar que el patrón descrito en este trabajo, aparece publicado en el libro "Gallinas de raza" de Amadeu Francesch Vidal (28).
Una última aportación y conclusiones
Llegados a este punto, es el momento de hacer esa visita que teníamos pendiente a la lección 11 del libro de Castelló “Mi libro de gallinas” (14). En este punto del libro, aparece la fotografía más antigua de una Pedresa que hasta la fecha hemos encontrado. Y lo que no es menos importante, como Castelló no se cansa de decirnos, que lo mejor que le puede pasar a nuestra gallina, es su cruce con la Plymouth, se nos muestra una serie fotográfica enseñándonos el cambio que va produciéndose en la Pedresa a medida que aumenta la proporción del cruce con la gallina americana.
“Queremos que estas páginas sean la concreción, la suma y el compendio de cuanto se necesita saber para no fracasar. Buena voluntad no nos falta; franqueza nos sobra; la recta intención nos guía. ¿Conseguiremos nuestro propósito? Dios lo quiera.”
Gallinas y Gallineros
Ramón J. Crespo